domingo, 28 de enero de 2018

ERASE UNA VEZ...

Fue una mañana cálida de primavera, los tenues rayos del sol se filtraban por las rendijas de la persiana y se posaban delicadamente sobre mis párpados obligándolos dulcemente a abrirlos para saludar al nuevo día que nacía. Al acercarme a la ventana para abrirla los pajarillos trinaban alegres deseándome una feliz jornada, sonreí y aspiré profundamente los aromas que la primavera me regalaba y fue justamente en ese momento cuando lo entendí todo, cuando asimilé mi condición de sumisa de forma natural y cómoda y mi vida cobró sentido y se llenó de plenitud. ¿Ideal no? Pues nada más lejos de mi realidad. Para mí no fue un precioso cuento de hadas, ni fácil, ni maravilloso, ni delicado.
Lo cierto es que creo que desde mi más tierna infancia recibía "señales" de mi yo íntimo pero mi cerebro las anulaba, las camuflaba, o las desechaba de alguna manera por considerar esas señales como algo negativo. No fue hasta muchos  años después cuando cada señal se colocó exactamente en el lugar preciso y conseguí montar el puzzle que soy. Al tener todas mis señales dispuestas en fila y analizarlas de forma individual primero, y luego de forma conjunta todo cobró una nueva dimensión,  implosionando y haciéndome entender el porqué de todos los porqués de mi existencia hasta aquel momento.
Al llegar a mi edad adulta  comencé a cuestionarme muchas cosas. No fue la edad que el DNI determina como madurez y responsabilidad adquirida por derecho universal y divino; fue unos años después cuando tras varios reveses vitales quise dar explicación al millón de conflictos que malvivían en mi interior para intentar por lo menos regalarme algo de paz a mí misma.
Si por un momento l@s que estáis leyendo esto pudierais entrar en mi mente.... Para que os hagáis una idea: TOTAL CAOS INSIDE ME. Ordenar todo el cóctel de recuerdos emocionales e intentar plasmarlo aquí y que sea mínimamente claro me parece una misión imposible, aún así voy a intentarlo.
 ¿Por dónde empezar? Quizá por el principio, por esas señales de las que hablé hace apenas una pequeña eternidad.
Apenas contaba cinco años, estaba en casa como es habitual a esa edad cuando fui a hacer pis al baño. Sentada en el W.C. con las braguitas en los tobillos y las piernas colgando ( mi estatura por aquel entonces no me permitía llegar con los pies al suelo... el mundo estaba preparado para la comodidad de los adultos no de los niños), me fijé en la lavadora situada en la esquina derecha del baño, esa máquina blanca, con una pequeña puerta circular.... jummmmm. Sentí un impulso, no puedo explicarlo porque no sé qué fue, pero salté al suelo y con las braguitas aún en los tobillos ( no quise colocármelas en su lugar), con el dudoso equilibrio que mi trayectoria vital me proporcionaba y con la dificultad de no caminar con las tobillos "libres" me dirigí todo lo dignamente que pude hasta quedar frente a esa máquina.... recuerdo que no existía nada más en aquel momento, el mundo desapareció, sólo existía esa lavadora y yo y el millón de sensaciones que sentía, de las cuales ninguna me resultaba negativa, al contrario... me hacían sentir bien, me eran agradables.... la mejor de todas ese cosquilleo  juguetón en la tripita. Abrí la puerta del bombo de la lavadora, incliné un poquito mi cuerpo hasta conseguir introducir mi cabeza y parte de mi tronco en el bombo. Me vi a mí misma, pequeñita, con el culo en pompa y los tobillos limitando mi movimiento y me encantó eso que ahora reconozco como vulnerabilidad física, sentirme expuesta y vulnerable, me gustó. De pronto un dolor picante  en mis nalgas se llevó de un plumazo el pequeño universo de sensaciones que mi mente había creado, devolviendome cruelmente a una realidad que no me regalaba nunca esos sentimientos. Mi padre me azotó, consideró quizá que no era una imagen correcta lo que sus ojos veían... su tierna y dulce hijita de esa guisa....ese golpe me "enseñó" que todo lo bonito que yo había experimentado era malo, que no se puede hacer, que está feo y que no es correcto. No digo que mi padre hiciese mal, intentaba como todos los buenos padres educarme bajo lo que él creía correcto y para ello a veces no sólo utilizaba palabras. Mi mente infantil entendió que aquello que por "impulso" hice estaba mal y que no debía repetirlo por muy bien que me hiciese sentir.Aprendí a avergonzarme de aquello, a no querer explicar a nadie aquello tan feo que a mí me gustó, y creo que ahí empezaron tooooodos mis conflictos.
Seguí creciendo, poco a poco, viendo como en casa  se cambiaba la televisión de canal si aparecía una escena de sexo al ritmo de un: " -Qué guarros", como a partir de los ocho o nueve años ya no podía ver a mi hermano desnudo ni en el baño porque no "estaba bien", profundizando y haciendo mella aquello que aprendí con cinco años: la desnudez está mal, el sexo está mal y que no se puede hablar de ello. Reconozco y confieso que siempre he sido curiosa, incluso de niña, y no tardé mucho en empezar a descubrir mi cuerpo y con él ese pequeño botoncito que había entre mis piernas: al jugar con él, al frotarlo me daba gustito (clítoris y orgasmos), pero claro siempre escondida y sin decírselo a nadie, vivía en la clandestinidad de mi cuerpo y los inocentes placeres que él me proporcionaba, sintiendo constantemente que lo que estaba haciendo estaba mal, muy mal, pero sin dejar de hacerlo, era mala, era una marrana, y hacía cosas que no se deben hacer. Desde la perspectiva adulta es algo natural pero desde la mente de una niña a la que le han enseñado que eso no es correcto crecí creyendo que yo misma era mala persona e intenté suplir mis faltas clandestinas siendo ejemplar en otros aspectos: obediente, buena, educada, alegre, muy buena estudiante.....por lo menos mitigaba mi sensación de culpabilidad. Fui tardía en cuanto a amores y relaciones sexuales se refiere, como podréis deducir me centré en estudiar y trabajar y el amor no cabía en mi ecuación de adolescente, lo que me convirtió en la empollona y me dificultó encajar en ningún grupo social. Era una paria. Mi primera relación sexual fue con el novio de mi prima (mayor que yo), lo elegí a él para ello no porque me gustase sino porque como yo entendía que aquello no era correcto busqué a alguien que tuviera tanto que callar como yo (él no podría decir nada, ya estaba comprometido y yo callaría siempre porque el sexo está mal y hay que avergonzarse de ello), fue clandestino y nada satisfactorio. Alguna relación esporádica con algún camarero de bar  y poco más. Como comenté antes no encajaba bien con nadie, pocos amigos, menos amigas, y además con intereses diferentes: yo centrada en mi vida académica y laboral y los demás centrados en la diversión. Siempre aparenté menos edad de que en realidad tenía (cosas de genética)y no podía acompañar a amigos a discotecas ni clubes porque simplemente a mí no me dejaban pasar. Hasta que cumplí mis dieciocho años. Solía salir sola, me refiero a que daba largos paseos, me sentaba a leer al aire libre, a pensar......y muy de vez en cuando me iba a bailar. En uno de esos de vez en cuando conocí al que se convirtió en mi primer novio formal y futuro marido: Un noviazgo largo, una boda y un matrimonio muy corto. El sexo, porque obviamente lo había nunca fue para tirar cohetes, entre mis conflictos y que pasé años fingiendo orgasmos para no herir la autoestima de mi compañero...... digamos que esa parcela dejó de tener mi interés. Ahora bien, recuerdo que en algunas imágenes de telediario o películas mi entrepierna vibraba y mucho pero debía callar porque no eran  imágenes correctas: humillación, vejación, secuestros, violación, inmobilización, sexo duro, golpes..... Mi mente entraba en caos instantáneamente, eran imágenes duras, violentas que causaban un rechazo inmediato en mi consciencia humana, por moral, por principios.... pero ¿Porqué mi cuerpo no opinaba lo mismo? ¿Porqué mi cuerpo las consideraba excitantes, porqué me pedía el cuerpo estar en el lugar de "la víctima"? Para mis adentros me repetía: "-Galya no comentes esto con nadie, no es "normal" (odio esta palabra) esto que te pasa, estás enferma, eres un monstruo, si no callas acabarás en el psiquiátrico"-. Y obviamente obedecía a mi voz interior, la que mi educación se encargó de dotar de voto dictatorial. ¿Os imagináis lo que es vivir así? Estar casada, tener relaciones a veces satisfactorias pero nunca plenas y saber que te excitan acciones y sensaciones que habitualmente causan rechazo; vivirlo y expirementar todo eso sola, sin hablarlo, sin comentarlo porque es tan vergonzoso y tan terrible que temes más el juicio de la gente que el desasosiego y la angustia interna que te produce.
Me separé, me divorcié, fui a vivir sola. Mi vida era mi trabajo, mi casa y poco más....Joven, divorciada y sola ¿Un cóctel perfecto no? Para mí no. No vivía.. dejaba pasar los días, las semanas, la sensación de no encajar en ningún lugar me acompañaba todavía desde mi adolescencia.....Compañeros trataban de seducirme, los ignoraba,  el clamor popular era: "-Con lo guapa y lista que eres te vas a quitar a los hombres de encima-"..... no me interesaban, ésa era la verdad, pero sí que sentía la necesidad de algún tipo de relación que a mí me satisfaciera. Me negaba a creer que el sexo era eso que para mí pasaba sin pena ni gloria, que me proporcionaba (con suerte) algo de placer momentáneo y se esfumaba tan rápidamente como llegaba. Tuve una aventura con mi jefe, sí, no me avergüenza decirlo. Fue la única persona que no me regaló los oídos, que no me decía lo que quería oir, si no lo que necesitaba y aquello me puso en alerta. ¿Porqué extraña razón permitía que ese hombre entrara en mi vida personal, qué lo diferenciaba del resto? Justamente que no me trataba como un cristal frágil, jamás fue violento, jamás me hizo daño físico alguno, sabía que nunca llegaríamos a nada, él estaba casado y tenía descendencia, era bastante mayor que yo, pero lo necesitaba a mi lado. No sentía amor por él pero conseguía sacar lo mejor de mí, jugaba con mi cabeza y con mis emociones como nadie jamás lo había hecho, cuidaba de mí, muchas mañanas antes de ir a trabajar pasaba por mi casa, se metía en mi cama, a veces había sexo, otras no. Por las tardes, al acabar la jornada y siempre que su vida paralela se lo permitía, también venía a casa, hablábamos durante horas, cenábamos juntos, se preocupaba de mí y de mi vida, de mis cosas, me animaba a salir, a disfrutar, a vivir....¿Porqué me hacía sentir tan bien tenerlo al lado, era mi jefe, mi autoridad, lo respetaba y él me respetaba, pero fuera del trabajo seguía esa dinámica, ese respeto mútuo, ése sacar lo mejor de mí, ese hacerme brillar.... (Yo no supe verlo en aquel momento aunque ya habréis deducido que ese comportamiento era muy similar a un Amo, yo tardé muchos años en darme cuenta). Esa relación acabó por causas ajenas a nuestra voluntad, y lo cierto es que no sentí dolor  por ello, seguimos siendo muy buenos amigos. Y volví al tiempo de  intentar encontrar aquello que me complementase. Un par de relaciones serias más que acababan siempre, no eran malos hombres, no eran malos en la cama ( alguno sí), pero a mí no me llenaban. Estaba cansada, ya rondaba la treintena y nunca me sentí plena. En fin la vida sería eso, o eso es lo que yo creía. Quiso el destino que mi vida estuviese a punto de acabar con 29 años, no, no intenté suicidarme ni nada aproximado..... una parte de mi cuerpo decidió que no quería seguir funcionando y eso en cuestión de minutos casi me lleva a la muerte. Milagrosamente, sí, milagrosamente me salvé, contra todo pronóstico. Pero me salvé no sólo en sentido físico, aquel episodio me zarandeó, me cogió por las solapas y me gritó a la cara: ¡Basta ya! La vida no es esto, la vida no puede ser lo que has vivido hasta ahora, no te resignes, no te conformes, busca y vive la vida que quieres!

Continuará......

lunes, 15 de enero de 2018

MI MUNDO

Me acerco a la puerta, me quedo parada a escasos milímetros de ella observando el pomo. La puerta lleva ya demasiados años cerrada, al abrirla lo más probable es que chirríen la bisagras y se atasque un poco la hoja que da paso al interior....costará desprenderse de la acumulación de capas de secretos, vivencias, reflexiones, miedos y ocultación que el tiempo se encargó de acumular. Creo que estoy preparada para abrirla. Mi mano se posa sobre el pomo, el tacto es frío pero no desagradable, mi muñeca gira unos grados hacia la izquierda y el bombín sale de su agujero. Entorno con algo de esfuerzo la hoja de la puerta.... me deslumbra la luz que desde el exterior se cuela por la rendija que se ha abierto, siento como aquel que se resigna a una conquista, sin miedo pero sí con mucho respeto. Miro hacia el lado opuesto, hacia adentro, un largo pasillo, muy, muy largo iluminado de forma muy tenue: mi mundo, mi yo más íntimo, el que no comparto, el que hasta este momento tenía reservado el derecho de admisión, el oscuro, el perverso, el de mis placeres, el que me llena y me hace feliz, ése que a much@s les parece una locura, una salvajada o algo propio de enfermos mentales. No pondré un pie en el exterior, me quedaré dentro pero dejaré la puerta entreabierta a mi mundo.... ¿Deseas entrar?

PRESENTACIÓN

Sumisa masoquista. Mujer, madre, esposa, hija, hermana, amiga, vecina.....Para algun@s una persona corriente, para otr@s una depravada, una loca.
 Para mí? una persona feliz y completa, mentalmente sana y valiente, cómoda, segura y satisfecha. Alguien que decidió seguir el impulso de sus deseos aunque éstos no fueran del todo "políticamente  correctos", alguien que lloró, que vivió confusa inmersa en un conflicto interno entre la naturaleza de su ser y la moral de la sociedad, alguien que consiguió encontrar el equilibrio entre dos mundos a veces opuestos, alguien que decidió ser libre para decidir, ser libre para sentir. Libre y feliz.